Desde que nacemos hasta que nos morimos estamos constantemente aprendiendo en un proceso de “aprendizaje continuo” de forma que vamos moldeando las respuestas que emitimos ante las distintas situaciones y que nos hacen entender el mundo de la forma en la que lo hacemos. Si nos damos cuenta no hemos asistido a clase y sin embargo hemos aprendido a andar, a hablar, a reir, a llorar, a saltar, a correr, a jugar y también hemos aprendido a “pensar”, a “sentir” y a “actuar”. Que toda la vida nos hayamos comportado de una determinada manera, porque lo hemos aprendido de esa forma, no es sinónimo de que lo llevemos en los “genes” o “seamos así”.
Nacemos con una ilimitada capacidad para aprender, de la que no siempre somos conscientes, que nos va a acompañar a lo largo de toda nuestra vida y esto supone una enorme ventaja ya que todo lo que se aprende una vez puede volver a ser aprendido de otra forma. La psicología nos dice que el cambio es posible y que no es suficiente con desearlo. Recuerda que tu capacidad de aprendizaje es ilimitada y que para encontrar soluciones hay que hacer algo. Si queremos cambios, hay que modificar nuestras conductas.