Especialista en Terapia de Pareja en Madrid
Toda pareja tiene tres partes: un yo, un tú y un nosotros. Los dos componentes de la relación tienen que tener en cuenta que al unirse forman una nueva entidad con sus propias reglas, procesos y maneras de funcionar: la pareja. Que el amor inicial siga floreciendo depende de que en la relación se consideren estas tres partes sin que ninguna de ellas domine sobre las demás.
Dos personas que funcionan perfectamente en su esfera individual pueden juntarse y formar una pareja poco inteligente, en el sentido de que sean poco capaces de resolver adecuadamente los problemas en común. En tal caso ambos individuos tendrán que trabajar aunando sus capacidades personales con el objetivo de desarrollar mejor su relación.
Es importante dar identidad y un lugar al «nosotros» creando espacios para poder compartir y evolucionar conjuntamente. La pareja es “la embarcación” en la que ambos participan y con la cual pueden sortear los cambios y los obstáculos del curso vital.
Cuanto más compensado y compenetrado sea su trabajo de equipo mejor avanzarán, y la posibilidad de que se produzca un naufragio será menor.
La vida en pareja puede ser una gran oportunidad de aprendizaje y crecimiento cuando los dos miembros tienen la posibilidad de ser y expresarse con libertad, cuando cada uno se responsabiliza de sus actos y sentimientos, y cuando ambos se apoyan en sus objetivos y son capaces de valorarse mutuamente. Entonces la pareja, en lugar de ser dos individuos de equipos contrarios que compiten el uno contra el otro, puede convertirse en lo que debería ser: un equipo de dos personas que cooperan en un objetivo común y que intentan hacerse mutuamente felices.
Para mantener a flote una relación es necesario aprender a conducir con buen rumbo el barco en el que ambos están navegando.
La pareja para poder funcionar, debe poseer una serie de requisitos que difícilmente pueden ser evaluados en la fase inicial de la relación. De entrada, la mayoría de las personas jóvenes no eligen a su pareja porque les convienen sino porque les gusta y sólo en una fase posterior de su evolución personal son capaces de elegir a sus parejas armonizando ambas motivaciones.
Elegir bien una pareja, es un requisito previo, pero no suficiente, para el buen funcionamiento de la pareja porque una cosa es la elección y otra la interacción cotidiana en el día a día para lo cual hay que desarrollar una serie de habilidades que hagan posible la convivencia.
Una buena elección de pareja debe estar cimentada en:
- Un buen acoplamiento sexual: sin sexo la pareja no funciona, pero sólo con sexo, tampoco.
- La compatibilidad de caracteres: entendiendo por carácter la capacidad de las persona para ir madurando y gestionando las cosas que les suceden.
- La escala de valores: estamos hablando de valores esenciales como la religión, ideología, la lengua, cultura, nacionalidad pero también de otros valores más funcionales como el trabajo.
Son tantas las personas que por el trabajo, descuidan la calidad de la convivencia que quizá convendría reflexionar sobre las prioridades vitales.
Es también muy frecuente encontrar parejas que están de acuerdo en que sus valores giran en torno al amor, el trabajo, la fidelidad, la honestidad pero pueden producirse muchos conflictos según el orden en que cada miembro de la pareja los sitúe.
Y hablamos de hábitos del estilo de vida: como la higiene, la alimentación y el ocio.
- El proyecto de vida: para que una pareja tenga presente es suficiente con que su escala de valores sea coincidente, sus caracteres compatibles y su acoplamiento sexual adecuado pero para que la pareja tenga futuro es imprescindible un proyecto de vida convergente.
Una de las mejores formas de facilitar la felicidad de la pareja es crear, en el presente, un proyecto de vida que se desee compartir en el futuro.